Estoy segura que casi todo el mundo recuerda la primera vez que le rompieron el corazón, yo sin duda lo hago, porque al igual que a seguramente todos les paso, provino de la persona que menos lo imaginaba.
Es tan triste como en cuestión de minutos tu vida puede cambiar, aunque probablemente cuando vuelvas a ver hacia atrás puedas darte cuenta que en realidad no fue tan de repente como todo cambio, tal vez simplemente el amor nos cegaba, o simplemente no queríamos ver.
Cuantas veces pusimos excusas para no tener que afrontar la realidad, cuantas veces nos ahogamos en alcohol para así no volver a sentir ese miedo que nos paralizo al pensar que ya nada era lo mismo.
Lo más doloroso de lidiar con un corazón roto es ese masoquismo que nos caracteriza al ser humano de recordar todos esos increíbles momentos que no volverán.
Es tan doloroso como poco a poco su olor se va de casa, de la almohada que utilizaba, y lo tan vacío que se ve el armario sin sus trajes y zapatos.
Y un poco mas doloroso el saber que ya no escucharas sus gritos de felicidad o frustración mientras juega su equipo favorito en tu sala, o el olor de sus platillos especiales.
Y completamente mas doloroso es que el primer hombre en romperme el corazón, fuiste tú, papá.
Te extraño.
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